Traducir es muy fácil, todo el mundo que sepa idiomas puede hacerlo, ¿no es cierto?
En absoluto: no basta con saber idiomas para traducir. La traducción es una profesión que se adquiere mediante formación universitaria superior y años de experiencia en el sector. Para traducir correctamente, el traductor debe poseer no sólo competencias lingüísticas sino también culturales, técnicas, de investigación, de metodología de traducción y de adquisición y procesamiento de la información.
No hace falta contratar los servicios de un traductor, ya hay máquinas que traducen con tan solo apretar un botón, ¿no es cierto?
No hay ningún programa de traducción automática que traduzca un texto de forma correcta al 100% sin intervención humana. Todas las traducciones hechas por máquinas se revisan después, se poseditan, puesto que todavía presentan carencias y fallos.
¿Qué significa traducir?
Expresar en una lengua lo que está escrito o se ha expresado antes en otra. Traducir no es sólo volcar las palabras de un idioma a otro, sino volcar correctamente el significado, el estilo, el registro, la terminología, el formato, la intención del texto, etc.
¿Por qué se tienen que revisar todas las traducciones?
Cuatro ojos ven más que dos.
La traducción sigue siendo un proceso humano y, como tal, está sujeto a errores. Por eso, una vez que el traductor ha traducido el texto, el revisor/corrector lo lee de nuevo para comprobar que no hay errores de comprensión, que no falta nada y que el estilo, el registro y la terminología son los correctos de acuerdo con la finalidad del texto.
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