En cuanto a la calidad, la sofisticación técnica del sistema de Google avanza a marchas forzadas, y los resultados son cada vez mejores en según qué ámbitos y con según qué idiomas. Sin embargo, el Traductor de Google no es capaz a fecha de hoy todavía de producir un texto libre de errores ni de dar al texto el matiz o el estilo necesario en función del destinatario del texto.
Si optamos, por ejemplo, por instalar el widget de Google Translate para que, cuando el cliente alemán pulse la banderita alemana de nuestra web, se le traduzca automáticamente la página, es probable que el texto presente errores, lagunas e imprecisiones, con la consiguiente falta de comprensión por parte del cliente potencial y el perjuicio para la imagen de nuestra empresa. Si utilizamos Google Translate para traducir automáticamente al alemán una campaña publicitaria diseñada para consumidores españoles y lanzarla en el mercado alemán sin adaptación ninguna, los resultados pueden ser directamente desastrosos. Ni qué decir tiene en el caso de textos humanistas o literarios.
Hoy en día, la mejor manera de saber si el Traductor de Google es adecuado para nuestros fines es utilizarlo primero y preguntar después a un nativo qué opina de la traducción generada por la máquina. Al ritmo que avanza la técnica, puede que en un futuro no muy lejano esto ya no sea necesario, pero hoy en día los resultados de una traducción automática todavía pueden ser muy inciertos.